::: JORGE LUIS BORGES .
Un 24 de agosto de 1899, en pleno centro porteño, nace Jorge Luis Borges. Uno de los más grandes y polémicos escritores argentinos. De familia criolla-inglesa, es bilingüe desde la infancia. Lo apodan Georgie y un día cuando tenía 6 años dijo querer ser escritor. A los siete ya escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, «La visera fatal» , inspirado en un episodio del Quijote ; a los nueve traduce del inglés «El príncipe feliz» de Oscar Wilde. En 1914 su padre se jubila a causa de una ceguera casi total. La familia viaja a Europa y se instala en Ginebra. Mas tarde viajarán a España y se quedarán hasta 1921 año en el que vuelven a Buenos Aires. En ese momento Borges redescubre su ciudad y desarrolla una fascinación por los suburbios del sur y sus compadritos. Publica su primer libro de poemas Fervor de Buenos Aires (1923). Publicará algunas revistas literarias y dos libros más, Luna de enfrente e Inquisiciones. A los treinta años Georgie ya es Borges. Escribe sobre el sur porteño, el tango, y duelos a cuchillo. Luego incursionará en la literatura fantástica, etapa en donde escribe ( Historia universal de la infamia , Ficciones , El Aleph , entre otros).
En 1946 como resultado de las elecciones, Perón asume el poder. Y en julio, por el intendente Emilio Siri , Borges es transferido de su puesto de bibliotecario al de inspector de pollos, gallinas y conejos en las ferias municipales. Se trataba de una humillante venganza por su decidida oposición al peronismo. Este renuncia y sigue dando conferencias (siempre vigiladas por policías o pesquisas del gobierno peronista) en el Instituto de Cultura Inglesa para ganarse la vida.
En 1955 llega el fin del gobierno peronista y es designado Director de la Biblioteca Nacional y al año siguiente asume la titularidad de las cátedras de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad de Buenos Aires. Por esos años se acentúa su ceguera, hecho que lleva a su madre a acompañarlo prácticamente en todos sus emprendimientos.
En 1961 comienza a ser premiado, comparte con Beckett el Premio Formentor, el título de Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la Insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico y el Premio Cervantes, entre otros numerosísimos premios y títulos.
En 1967 se casa con Elsa Astete Millán, a la que conocía desde su juventud. El matrimonio resulta un fracaso y en 1970 se separa. Publica El informe de Brodie , tras dieciseis años sin publicar narraciones. Se multiplican las traducciones de su obra.
Una encuesta mundial publicada en 1970 por el Corriere della Sera revela que Borges obtiene allí más votos como candidato al Premio Nobel que Solzhenitsyn, a quien la Academia Sueca distinguirá ese año.
En 1974 ante el triunfo del peronismo, abandona su cargo en la Biblioteca Nacional. En 1976 es derrocado del gobierno peronista. Borges apoya la Junta militar argentina, lo que le vale la reprobación de los medios culturales europeos. El académico sueco Arthur Lundkvist declara que Borges no obtendrá nunca el Nobel de Literatura por su actitud política, demostrando una vez más que el galardón sueco no es tanto un reconocimiento a la calidad literaria de un autor como un premio a lo intachable de su conducta político-moral.
El 27 de Marzo de 1983 publica en el diario La Nación de Buenos Aires el relato «Agosto 25, 1983», en que profetiza su suicidio para esa fecha exacta. Preguntado tiempo más tarde sobre por qué no se había suicidado en la fecha anunciada, contesta lisamente: «Por cobardía». Ese mismo año la Academia sueca otorga el Premio Nobel a William Golding; uno de los académicos denuncia la mediocridad de la elección. Todos siguen preguntándose por qué Borges es sistemáticamente soslayado.
En noviembre de 1985 se le detecta un cáncer de hígado. Pasa en Ginebra sus últimos dias, junto a Maria Kodama con la que en 1986 se casa. El 14 de junio, fallece en Ginebra.
BORGES Y YO – Tomado de: Jorge Luis Borges, Páginas escogidas, Casa de las Américas, La Habana, 1988.
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.